Soy profesor de música 

 

La musica y el cerebro humano

Por admin

Es mi firme convicción que el conocimiento del lenguaje musical debe ser impartido a todos los niños, sin excepción. En el ámbito de las redes neuronales, una melodía despliega proezas asombrosas al entrenar al cerebro en la distinción de matices sumamente sutiles. Esta es una sintonización precisa de un sistema de una complejidad extraordinaria, una inversión invaluable en el porvenir. En condiciones igualitarias, retrasa de manera significativa el instante en que dicho infante se enfrenta al Alzheimer.

Independientemente de si eventualmente se convertirá en un músico talentoso, tal objetivo carece de relevancia en este contexto. La enseñanza musical temprana se centra en inculcar en el niño la habilidad de prestar atención a los detalles más nimios. Un sonido no es equivalente a otro, uno es más agudo, el otro más grave; uno es breve, el otro prolongado. Este matiz fino resultará crucial cuando el niño emprenda, por ejemplo, el proceso de lectoescritura.

La capacidad de identificar objetos individuales o fuentes de sonido en un mundo abigarrado de sonoridades no solo involucra los sistemas auditivos del cerebro, sino también señales motoras y visuales. Estas capacidades son cruciales para discernir la voz que nos concierne del estruendo de fondo. Los músicos, por naturaleza, sobresalen en este ámbito. Su sistema auditivo se halla mejor entrenado y calibrado, lo que les facilita concentrarse en sonidos individuales y discernir el superfluo ruido circundante.

Esta empresa demanda un esfuerzo sostenido y, lo que es más, se ha demostrado que los músicos conservan, a medida que envejecen, su extraordinaria habilidad para discriminar voces individuales en entornos ruidosos. En última instancia, la música prepara al individuo para enfrentar las tareas cognitivas más desafiantes. Esta inversión en la juventud se traduce en un envejecimiento más saludable y resiliente.

La música, en su conjunto, representa una forma de terapia que aún no ha recibido el reconocimiento y la investigación que merece.

Lenguaje y música

Es intrigante observar que aquellos que se dedican al estudio de la música suelen demostrar una mayor aptitud para aprender idiomas extranjeros en comparación con quienes carecen de afinidad musical. El lenguaje y la música comparten notables similitudes y se entrelazan de diversas maneras. Ya sea escuchando el discurso humano o disfrutando de una pieza musical, el cerebro procesa las señales sonoras de manera análoga: ambos, música y lenguaje, encuentran su procesamiento en la misma región cerebral, conocida como el área de Broca, ubicada en el lóbulo frontal izquierdo.

Tanto el lenguaje como la música comparten la cualidad de poseer una melodía. El habla, en particular, alberga el concepto de melodía del habla, también llamada prosodia, que, en ocasiones, puede transmitir más información que las mismas palabras y frases. La ironía se basa precisamente en esto: las palabras en sí mismas pueden tener un significado, pero es la melodía del discurso la que insinúa un matiz completamente distinto.

La mente de un músico es un fascinante y complejo entramado de procesos cognitivos que se ponen en marcha cuando se sumerge en la interpretación musical.

Cuando un músico se sienta frente a un teclado y utiliza ambas manos para tocar, su cerebro se somete a una experiencia extraordinaria. Una mano se ocupa de una tarea, mientras que la otra realiza una completamente diferente. Este desafío provoca una intensa tensión cerebral, ya que debe coordinar no solo la destreza manual, que a menudo requiere gran velocidad, sino también dirigir dos líneas musicales distintas y separadas.

La música desencadena una actividad cerebral que modifica la estructura de la materia gris involucrada en el pensamiento. Esto va más allá del entretenimiento o la relajación; se trata de una actividad cognitiva compleja, un trabajo intelectual complejo.

Un ejemplo notable es el de Albert Einstein, quien además de sus proezas en la física, era un apasionado violinista. Tocaba el violín con destreza, y aunque tenía múltiples violines, no podía separarse de ellos. De hecho, él mismo afirmaba: “Si no fuera físico, probablemente sería músico. A menudo pienso en la música, con música”. La música no era un mero pasatiempo para él, sino una parte esencial de su mundo mental y espiritual, sin la cual no podía concebir su existencia.

 

La música, un logro trascendental de la humanidad, ha existido desde tiempos inmemorables, mucho antes de que el hombre primitivo entonara sus primeras melodías. Es una presencia constante en la naturaleza y forma parte de la vida cotidiana de todos, incluso aquellos que no se consideran melómanos. Su influencia se hace sentir en el estado de ánimo, en las acciones y en las decisiones de las personas.

Como dijo Berthold Auerbach, “La música limpia el alma del polvo de la vida cotidiana”, subrayando la capacidad de la música para liberarnos de las preocupaciones diarias.

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